La historia de: El Minotauro

El mito griego será nuestra guía para transitar por los meandros del laberinto.

Minos, hijo de Europa y Zeus, tras someter a sus dos hermanos, Radamantis y Sarpedón, se convirtió en el rey de Creta. Impulso la agricultura, las edificaciones, la ingeniería, el comercio, las artes y destaco por su sentido de la justicia y su sabiduría. Su esposa fue Pasífae, con quien tuvo muchos hijos de los que vamos a recordar al atleta Androgeo y Ariadna.

El piadoso rey pidió a Poseidón que le enviara un toro para sacrificarlo en su honor en un templo que había construido para el. El Dios del mar envió un toro blanco tan hermoso que Minos prefirió guardarlo entre sus rebaños y sacrificar a otro animal en su lugar. Poseidón se molesto con la falta del soberano e hizo que Pasifae quedara prendada del toro. Sin saber que hacer para dar satisfacción a su deseo bestial, Pasifae consulto a Dédalo, un arquitecto que vivía en la corte de Minos. El hábil inventor construyo una figura de vaca de madera y mimbre en la que la reina se introdujo para engañar al toro de Poseidón. De esta unión, Pasífae concibió al Minotauro, criatura de cabeza taurina y cuerpo de hombre. Minos consulto un oráculo que le mando a encerrar al monstruo en un edificio de caminos falaces, construido por Dédalo. Así fue como el laberinto se construyo para preservar la vida de la criatura monstruosa sin dejarle salir. Androgeo, el hijo del atleta de la pareja real de Creta, partió al Ática para participar en las fiestas y demostrar su destreza, pero antes de que pudiera hacerlo, fue muerto a traición por un grupo de jóvenes atenienses que lo envidiaban. La cólera de su padre no fue poca: alisto a sus ejércitos para cobrar venganza sobre la ciudad de Atenas, que asedio con la ayuda de Zeus.

La pestilencia y la sequía rindieron a los atenienses quienes fueron obligados a enviar a Creta, cada nueve años, a siete vírgenes y siete muchachos para ser devorados por el Minotauro. El rey de los atenienses era Egeo. Teseo era uno de sus hijos y tenia 16 años cuando estaba por cumplirse el plazo para el tercer envió de jóvenes para ser sacrificados por el Minotauro en Creta. Teseo quiso formar parte del triste contingente, con la idea de matar al monstruo y liberar así a su pueblo de la pena que se repetía cada nueve años. Egeo trato de persuadir a su joven hijo de ir, pero ante su firmeza, no tuvo otro camino que pedirle que la nave de velas negras que los conduciría a la terrible isla, regresara con velas blancas en caso de que venciera. Teseo se dirigió al templo de Apolo para invocar su protección. Con sus 13 compañeros, zarpo hacia Creta en el navío de velas negras. Fue recibido por Minos con los honores que correspondían a un hijo de un rey. Cuando bebían vino y escuchaban las aventuras del joven héroe, Ariadna se enamoro de el.

Después del convite, consulto a Dédalo, quien le entrego una espada de doble filo y un largo ovillo de lana, que la hija de Minos puso en manos de Teseo. El oráculo de Delfos había recomendado al héroe que se encomendara a Afrodita, diosa del amor; ahora entendía por que. Tras fijar una punta del ovillo en la entrada del laberinto y dejar a sus compañeros, Teseo entro solo en el oscuro y silencioso laberinto. Avanzando con lentitud, desenredando entre sus manos el hilo que Ariadna le dio, el hijo de Egeo sintió el terror sagrado que emanaba de la presencia abominable, incrementando por el recorrido tortuoso. La tensión alcanzo su límite cuando el hijo de Egeo llego al centro del laberinto donde yacía dormida la bestia, que al sentir el miedo del héroe, despertó y lo enfrento. En ese momento decisivo, Teseo adelanto al espada y doblego al Minotauro. Gracias al hilo puedo salir arrastrando a su victima. Había liberado a su pueblo del compromiso. Cuando dejo Creta, en el navío también venia Ariadna, a quien abandono en la isla de Naxos, a la mitad del camino entre Creta y Atenas. Al contemplarse sola y traicionada, la hija de Minos solicito la venganza de Zeus. Al llegar a la isla de Delos, los jóvenes atenienses bailaron la danza de las grullas en memoria del camino sinuoso del laberinto, y se dirigieron a Atenas para dar las buenas nuevas. Egeo, que aguardaba desde el cabo Sunio, al atisbar la nave con sus velas negras, se arrojo al mar que en su honor lleva ese nombre: en su deseo por llegar rápido, Teseo olvido colocar las velas blancas. El imponente y burlado Minos encerró en el laberinto a Dédalo y su hijo Ícaro.

Gracias por leer la historia completa!!